lunes, 10 de junio de 2013

La caída de los gigantes

La caída de los gigantes
Título original: Fall of Giants
Autor: Ken Follet
Año: 2010

"Los dirigentes europeos hicieron algo infame y necio, y diez millones de hombres han muerto a resultas de ello. ¡Al menos deje que la gente comprenda eso para que nunca permitan que vuelva a pasar!"

El kaiser, el zar y el emperador austrohúngao. Tres gigantes que cayeron, derrotados por las fuerzas aliadas, en la primera Guerra Mundial. (El autor hace poca mención al imperio otomano, también perdedor en esta contienda)

Ken Follet teje, a lo largo de más de mil páginas, la trama de unos personajes cuyas vidas se entrelazan con el telón de la Gran Guerra como escenario de fondo. La historia de familias inglesas, alemanas, rusas y estadounidenses se entretejen, y a través de estas interrelaciones Ken Follet va desgranando un periodo de la historia que cambió el rumbo del mundo, las relaciones internacionales y el equilibrio de las superpotencias. 



Muchos personajes pueblan las páginas de La caída de los gigantes, la primera obra de la trilogía que recorre la historia del siglo XX. Personajes de diversas clases sociales - desde aristócratas ingleses a príncipes rusos pasando por demócratas americanos, proletarios ingleses o políticos alemanes - se mezclan sin grandes golpes de efecto en esta novela. Son personajes sencillos, sin un profundo perfil psicológico, de acciones predecibles. Estereotipos que no sorprenden. Instrumentos puestos a disposición del autor como marionetas sin vida que sirven de excusa para recorrer la historia del mundo durante los primeros años del siglo XX. Les falta alma. 

A mi parecer, lo mejor de la novela es el trasfondo político y la recreación del campo de batalla. El repaso de un periodo de la historia que nos queda más lejana que la Segunda Guerra Mundial. Los nacionalismos latentes, la revolución rusa, la lucha por el sufragio universal. Si para algo me ha servido esta novela ha sido para meditar acerca de la codicia humana. Gobiernos que se embarca en una guerra por ambiciones no compartidas por la población. Decisiones tomadas por comportamientos absolutistas que llevan a la muerte a millones de personas. 



La novela está francamente bien documentada. El protocolo de los aristócratas ingleses, la convulsa sociedad rusa, el frente de batalla. Imagino a una legión de documentalistas respaldando a Ken Follet, mientras él escribe frenético entretejiendo las relaciones de las decenas de personajes de la novela. 

Pero La caída de los gigantes no deja de ser un best seller. Una máquina de hacer dinero. Una obra dirigida a un público ávido de historias, de novelas de esas en las que "pasan muchas cosas". Las escenas de sexo dejan claro que el autor escribe para satisfacer a sus lectores. Hay temas que venden y Follet no va a perder un filón de oro. Es un mercenario de la literatura. Pero por mucho sexo que haya en sus novelas, es innegable que le falta pasión. Sus personajes son planos, no emocionan. Parejas separadas durante años por la guerra que no logran estremecer al lector. Historias que me han dejado fría. Leía por refrescar o ampliar mis conocimientos sobre la contienda, no porque la trama de los personajes me despertase el más mínimo interés. 

Recuerdo una escena de "El pez en el agua", la autobiografía de Vargas Llosa, donde este narraba con sencillez la despedida de su tío Lucho, quien había ejercido durante años como padre, con un abrazo. Aquella escena tan sencilla me sobrecogió y me arrancó las lágrimas. En contrapunto, ni una sola escena de La caída de los gigantes ha logrado emocionarme. Supongo que es lo que diferencia a la gran literatura de las obras por encargo; a un premio novel de una máquina de producir best sellers. 

Ken Follet es un buen narrador. No quedan en apariencia hilos sueltos en su novela. Las historias están bien tejidas, los ambientes, meticulosamente recreados, seguramente muy fieles a la realidad, pero le falta corazón. 

No sé si le daré una oportunidad a El invierno del mundo, pese a que seguramente se lea tan deprisa como la primera obra de la trilogía. Por de pronto, me daré un respiro. 

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