sábado, 10 de noviembre de 2012

El olvido que seremos

Título original: El olvido que seremos
Autor: Héctor Abad Faciolince
Seix Barral, 2007

Una cita: Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad.


Veinte años después del asesinato de su padre en una calle de Medellín por sicarios paramilitares, Héctor Abad Faciolince afronta el reto de rescatar de su memoria la historia de su padre, de su familia y de su país. Médico humanista, catedrático de universidad, consultor de la OMS, Héctor Abad Gómez dedicó su vida a enraízar en la sociedad colombiana la medicina preventiva y social y la protección de los derechos humanos. Sin embargo, su ideología izquierdista le granjeó una serie de enemistades que desembocaron en su propio asesinato a sangre fría, evento que marcó la vida de su hijo.



El olvido que seremos es un homenaje al padre asesinado, pero también es una novela de hermoso amor franternal y filial, un testimonio de la violencia política que sembró el miedo en Colombia, un alegato contra el terror, un elogio a las personas que dieron su vida luchando por unos ideales en los que creían con firmeza.

Héctor Abad dejó pasar veinte años antes de recrear la vida de su padre. Quizás gracias al tamiz del tiempo, el colombiano logra alejarse del tono lacrimógeno y excesivamente sentimental en que fácilmente podría haber caído. Sin embargo, El olvido que seremos es una novela con una prosa precisa y clara, inteligente y culta. Una obra escrita con lucidez y finura, y con una maestría técnica que esconde intencionadamente ciertos datos para azuzar la expectación del lector y atraparlo de principio a fin. Es, además, un testimonio sincero con la memoria de su padre. No trata de idealizar la figura del progenitor asesinado, sino que revela, superando su pudor, las debilidades y errores de su padre, pero también los suyos propios. En varias ocasiones narra anécdotas que ponen en evidencia su propia cobardía y el lector percibe la vergüenza de sus faltas, de su pasividad.


El ovlido que seremos me ha conmovido, al margen de por la violencia política que describe, por la relación del padre con el hijo. La indulgencia del progenitor con el único varón de su fértil descendencia, la casi ceguera que le impide ver los errores de su hijo, ser crítico con su inconstancia en cada labor que despempeña, con su parálisis o con sus miedos, son enternecedoras. Héctor Abad "hijo" admite que el hecho de haber sido amado por su padre sin fisuras ni condiciones, tal como era, es lo que le empuja a tratar de ser menos malo de lo que su institnto natural le dictaría, aunque la fe que el padre deposita en el ser humano contrasta con el escepticismo que a veces se adivina en el hijo. El escritor es un ejemplo palpable de cómo la educación de los padres es determinante en el carácter de los hijos hasta el punto de crearles unas inseguridades o confianza que les acompañarán por el resto de sus vidas.


El carácter tolerante del médico colombiano se pone de manifiesto también en su respeto por la Iglesia, seguramente debido a la influencia de su matrimonio con Celia Facioleone, miembro de una familia religiosa y conservadora. El hijo y autor de la novela, sin embargo, arremete en muchas ocasiones contra la religión cristina de una forma, desde mi punto de vista, algo cerril. Y pese a sus embestidas, el escritor acaba haciendo tantas referencias a ese Dios al que culpa de sus desgracias, que uno acaba pensando que detrás de su fachada de ateo se esconde una fe paltitante. En este sentido, me veo en la obligación de señalar un dato que me dejó absolutamente perpleja. El olvido que seremos es un profundo trabajo de memoria y documentación plagado de datos y nombres. Sin embargo, en una de sus páginas, Abad Faciolince llega a afirmar que Pío XII fue "una desgracia para los judíos y una vergüneza de la cristiandad". Sin ánimo de extenderme demasiado, tengo que hacer mención al libro "El mito del papa de Hitler", escrito por el rabino David G. Dalin, donde el judío desmonta meticulosamente y con cientos de referencias históricas y documentales el falso mito creado en torno a Pio XII a raíz de una obra de teatro que se convirtió en avanzadilla de un ataque furibundo. Dalin sale en defensa del Papa en un alegato que trata de hacer justicia a la figura de un hombre que salvó de vida de miles de hijos del pueblo hebreo.



La novela de Abad Faciolince toma su nombre de un poema de Borges que Abad Gómez llevaba manuscrito en el bolsillo el día de su asesinato, como si hubiese presagiado su propia muerte. Para hacer frente al "olvido que seremos" y que perdure el recuerdo de su padre, escribe el hijo esta novela. Así lo dice en una de sus páginas: "Es una de las paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito, lo he escrito para alguien que no puede leerme, y este mismo libro no es otra cosa que la carta a una sombra". Hay una preciosa referencia al miedo al olvido en el discurso que un amigo de Héctor Abad leyó junto a su tumba: "Yo sé que lamentarán la ausencia tuya y un llanto de verdad humedecerá los ojos que te vieron y te conocieron. Después llegará ese tremendo borrón, porque somos tierra fácil para el olvido de lo que más queremos (...) Y llegará ese olvido y será como un monstruo que todo lo arrasa, y tampoco de tu nombre tendrán memoria". Merece la pena leer todo el libro aunque fuera solamente para abordar el último capítulo del libro, titulado "El olvido", el eje en torno al cual se mueve toda la novela y que supone una preciosa reflexión sobre nuestro paso por la tierra.
 
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte y las endechas (...)