martes, 11 de diciembre de 2012

Paula

Título original: Paula
Autora: Isabel Allende, Chile, 1942

Una cita: Mi vida se hace al contarla y mi memoria se fija con la escritura; lo que no pongo en palabras sobre el papel, lo borra el tiempo.

Quizás la cita que acabo de escribir sea la que dé vida a esta novela. Creo que podría opinar mejor sobre Paula si antes hubiese leído "La casa de los espíritus", pero lo cierto es que en esta especie de trilogía de la vida de Isabel Allende empecé por el final - hace un par de años leí "La suma de los días", donde Allende relata su vida "después de Paula".

Paula, al contrario de lo que pensaba, no es sólo la historia sobre la muerte de una hija por culpa de una enfermedad poco conocida, la porfiria, y seguramente también por la negligencia de unos médicos que facilitaron el paso de esa joven recién casada a un estado de coma irreversible. Mientras compartía con su hija horas de hospital, de esperanza, de silencio, y también de desesperación  Isabel fue desgranando en estas páginas la historia de su propia vida, que se escribe, inevitablemente, en paralelo a la historia del país que dejó hace décadas y al que, sin embargo, se siente firmemente enraizada: Chile.



La novela es un paseo por el Chile de Salvador Allende, tío de la escritora, y de Pinochet, cuya dictadura determinó el exilio de los Allende a Venezuela. Pero también es una mirada a sus raíces y su pasado, es un ejercicio de memoria tan feroz que a veces me preguntaba, mientras leía, si la anécdotas que se cuentan no serían solo producto de la imaginación de la escritora, pues cuesta creer en una memoria tan poderosa capaz de poner en pie una historia plagada de personajes y sentimientos.

En Paula, y con seguridad también en "La casa de los espíritus", se percibe la espiritualidad de la escritora. Isabel Allende es capaz de comunicarse con sus antepasados, de percibir su presencia, de sentir su compañía. Es una persona unida a la vida no sólo terrenal - tiene una potente forma de integrarse con la naturaleza - sino también a la vida del más allá. Allende convive con naturalidad con sus muertos, y así su tribu, como ella llama a su familia, no conoce límites ni geográficos ni temporales.

A lo largo de la novela, mientras se mezclan historias del pasado con el paso inexorable hacia la muerte de su hija, Allende pasa por todos los estados de ánimo posibles: la rabia y la esperanza, la determinación para seguir luchando, la desesperación o la final aceptación, con una paz sobrecogedora, de la muerte inevitable de su hija. Después de meses de hospital y cuidados intensivos, Allende acaba por recibir el paso a la otra vida con los brazos abiertos y con una tranquilidad de espíritu admirable y envidiable. 



Por último, Allende también nos hace cómplices de su vida profesional, que desemboca, de forma imprevista y no premeditada, en la literatura, actividad de la que se sirve para alcanzar su propia paz interior y en la que se mueve con absoluta desenvoltura, convirtiéndose en una magnífica narradora y contadora de historias. En general me gusta leer sobre la vocación de los escritores y me llaman la atención casos como el de la chilena donde el oficio apareció tardíamente y desde lo más íntimo, sin ningún otro afán que el de vaciar sus entrañas y reconciliarse consigo misma. Isabel comenzó escribiendo Paula como fin para comunicarse con su hija, para ser su memoria durante el estado de inconsciencia, pero termina siendo una preciosa carta de despedida.

sábado, 10 de noviembre de 2012

El olvido que seremos

Título original: El olvido que seremos
Autor: Héctor Abad Faciolince
Seix Barral, 2007

Una cita: Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad.


Veinte años después del asesinato de su padre en una calle de Medellín por sicarios paramilitares, Héctor Abad Faciolince afronta el reto de rescatar de su memoria la historia de su padre, de su familia y de su país. Médico humanista, catedrático de universidad, consultor de la OMS, Héctor Abad Gómez dedicó su vida a enraízar en la sociedad colombiana la medicina preventiva y social y la protección de los derechos humanos. Sin embargo, su ideología izquierdista le granjeó una serie de enemistades que desembocaron en su propio asesinato a sangre fría, evento que marcó la vida de su hijo.



El olvido que seremos es un homenaje al padre asesinado, pero también es una novela de hermoso amor franternal y filial, un testimonio de la violencia política que sembró el miedo en Colombia, un alegato contra el terror, un elogio a las personas que dieron su vida luchando por unos ideales en los que creían con firmeza.

Héctor Abad dejó pasar veinte años antes de recrear la vida de su padre. Quizás gracias al tamiz del tiempo, el colombiano logra alejarse del tono lacrimógeno y excesivamente sentimental en que fácilmente podría haber caído. Sin embargo, El olvido que seremos es una novela con una prosa precisa y clara, inteligente y culta. Una obra escrita con lucidez y finura, y con una maestría técnica que esconde intencionadamente ciertos datos para azuzar la expectación del lector y atraparlo de principio a fin. Es, además, un testimonio sincero con la memoria de su padre. No trata de idealizar la figura del progenitor asesinado, sino que revela, superando su pudor, las debilidades y errores de su padre, pero también los suyos propios. En varias ocasiones narra anécdotas que ponen en evidencia su propia cobardía y el lector percibe la vergüenza de sus faltas, de su pasividad.


El ovlido que seremos me ha conmovido, al margen de por la violencia política que describe, por la relación del padre con el hijo. La indulgencia del progenitor con el único varón de su fértil descendencia, la casi ceguera que le impide ver los errores de su hijo, ser crítico con su inconstancia en cada labor que despempeña, con su parálisis o con sus miedos, son enternecedoras. Héctor Abad "hijo" admite que el hecho de haber sido amado por su padre sin fisuras ni condiciones, tal como era, es lo que le empuja a tratar de ser menos malo de lo que su institnto natural le dictaría, aunque la fe que el padre deposita en el ser humano contrasta con el escepticismo que a veces se adivina en el hijo. El escritor es un ejemplo palpable de cómo la educación de los padres es determinante en el carácter de los hijos hasta el punto de crearles unas inseguridades o confianza que les acompañarán por el resto de sus vidas.


El carácter tolerante del médico colombiano se pone de manifiesto también en su respeto por la Iglesia, seguramente debido a la influencia de su matrimonio con Celia Facioleone, miembro de una familia religiosa y conservadora. El hijo y autor de la novela, sin embargo, arremete en muchas ocasiones contra la religión cristina de una forma, desde mi punto de vista, algo cerril. Y pese a sus embestidas, el escritor acaba haciendo tantas referencias a ese Dios al que culpa de sus desgracias, que uno acaba pensando que detrás de su fachada de ateo se esconde una fe paltitante. En este sentido, me veo en la obligación de señalar un dato que me dejó absolutamente perpleja. El olvido que seremos es un profundo trabajo de memoria y documentación plagado de datos y nombres. Sin embargo, en una de sus páginas, Abad Faciolince llega a afirmar que Pío XII fue "una desgracia para los judíos y una vergüneza de la cristiandad". Sin ánimo de extenderme demasiado, tengo que hacer mención al libro "El mito del papa de Hitler", escrito por el rabino David G. Dalin, donde el judío desmonta meticulosamente y con cientos de referencias históricas y documentales el falso mito creado en torno a Pio XII a raíz de una obra de teatro que se convirtió en avanzadilla de un ataque furibundo. Dalin sale en defensa del Papa en un alegato que trata de hacer justicia a la figura de un hombre que salvó de vida de miles de hijos del pueblo hebreo.



La novela de Abad Faciolince toma su nombre de un poema de Borges que Abad Gómez llevaba manuscrito en el bolsillo el día de su asesinato, como si hubiese presagiado su propia muerte. Para hacer frente al "olvido que seremos" y que perdure el recuerdo de su padre, escribe el hijo esta novela. Así lo dice en una de sus páginas: "Es una de las paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito, lo he escrito para alguien que no puede leerme, y este mismo libro no es otra cosa que la carta a una sombra". Hay una preciosa referencia al miedo al olvido en el discurso que un amigo de Héctor Abad leyó junto a su tumba: "Yo sé que lamentarán la ausencia tuya y un llanto de verdad humedecerá los ojos que te vieron y te conocieron. Después llegará ese tremendo borrón, porque somos tierra fácil para el olvido de lo que más queremos (...) Y llegará ese olvido y será como un monstruo que todo lo arrasa, y tampoco de tu nombre tendrán memoria". Merece la pena leer todo el libro aunque fuera solamente para abordar el último capítulo del libro, titulado "El olvido", el eje en torno al cual se mueve toda la novela y que supone una preciosa reflexión sobre nuestro paso por la tierra.
 
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte y las endechas (...)

viernes, 28 de septiembre de 2012

Libros abandonados

No me refiero con el título el post al abandono físico de los libros en viejas estanterías, en los sótanos de las casas, apilados en cajas de cartón que enmohecen, bajo telarañas que espesan con el paso de los años. Me refiero a la difícil decisión de dejar un libro a medias. No suelo hacerlo, pero confieso que este último año la lista de libros cerrados bastante antes de llegar al punto final asciende a tres unidades, tres tomos que pasaron por mi vida con más pena que gloria.





No es algo que haga a la ligera. No recuerdo quien afirmó que no hay libro tan malo que no contenga algo bueno, y no seré yo quien lo niegue. De hecho, por ese motivo, antes de dar el portazo final, me esfuerzo varias decenas de páginas hasta que la desidia, el aburrimiento, la falta de interés y a veces incluso la indignación, pueden conmigo.

Más difícil es aún confesar que dejé un libro a medias cuando se trata de la obra de un premio Nobel. Sí, claudiqué con "Luz de agosto", de William Faulkner. No puedo alegar que esté mal escrito, sería un sacrilegio decirlo del laureado escritor, ni que resultase difícil su lectura – requería mayor atención "El ruido y la furia" y ahí, sin embargo, la técnica del persperctivismo me mantuvo alerta y despertó mi curiosidad durante toda la obra. "Luz de agosto" me resultó tediosa, lentísima, aburridísima hasta el extremo, tanto, que hacia mitad de la novela fui yo la que puso el punto y final.


La siguiente en discordia fue "Cuatro hermanas", publicado por "Libros de Asteroide". Hasta ese momento, todos los libros de esta editorial me habían resultado, cuanto menos, bastante entretenidos. Sin embargo, "Cuatro hermanas" me pareció a la literatura lo que una película de sobremesa a la cinematografía. Mientras la leía, rememoraba "Mujercitas", la novela que trascendió a su época quizás en gran medida por el carácter irreverente y desbocado de Jo, y cuanto más evocaba la historia de aquellas mujercitas que despertaban ternura y sonrisas, "Cuatro hermanas" sólo conseguía arrancarme algún bostezo y bastante cólera según iba siendo consciente de la pérdida de tiempo que consistía la lectura que esa novela insustancial y previsible.


Cierra la lista de libros inacabados "El jardín olvidado", de la autora de best sellers (si alguien me explique cómo un libro así llega a convertirse en un top de ventas, se lo agradeceré) Kate Morton. Dos páginas, sólo dos páginas, y ya sabía que lo que tenía entre mis manos era un bodrio. Narrada en distintos planos temporales, una nieta investiga los orígenes de su abuela. "El jardín olvidado" es una historia que en ningún punto ha conseguido atraparme y después de cerca de doscientas páginas, he tenido que abandonar por mi propia salud mental.



Compré "Luz de agosto" siguiendo la recomendación de un vendedor de La Casa del Libro. También "Cuatro hermanas" me la aconsejó una desconocida: en este caso, una empleada de la editorial Libros de Asteroide en la Feria del Libro de Madrid. "El jardín olvidado" fue un regalo de mis amigas, que por cierto agradecí inmensamente. Pero si saco una moraleja de todo esto, es que en temas de lecturas, más vale equivocarnos por nosotros mismos.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Casa de verano con piscina

Casa de verano con piscina
Título original: Zomerhuis met zwembad
Autor: Herman Koch (Arnhem - Holanda - 1953)

Marc Schlosser es un prestigioso médico de cabecera que confiesa ejercer su profesión con un alto grado de cinismo. Su vida de burgués acomodado da un giro inesperado cuando llega a su consulta Ralph Meier, un famoso actor holandés que lo invitará a veranear en su casa con piscina. Pese a las reticencias iniciales de su esposa, Marc aceptará la invitación y las familias de ambos, con sus hijos adolescentes, compartirán unos días en los que sus vidas se verán marcadas para siempre.



Después de La fiesta del Chivo, me costó engancharme a esta novela. El cinismo inicial de un médico que no es honesto con sus pacientes no me parecía suficiente hilo argumental. Sin embargo, poco a poco el autor va creando un clima de thriller psicológico en el que el lector se mantiene alerta porque cada personaje pasa a ser sospechoso. Mi impresión es la de que el autor despierta nuestro institnto de supervivencia y así logra mantenernos despiertos, atentos a cada pista que puede ser fundamental.

Leí en una entrevista que Herman Koch había comenzado la novela con la única idea de tener como protagonista a un médico que se siente humillado por sus pacientes, todos ellos artistas arrogantes. Cuando ya había empezado a escribir, salió en prensa la noticia sobre la detención de Roman Polanski en Suiza por sus relaciones con una menor. Koch pensó entonces que este tema podría dar mucho juego en una novela. Estas declaraciones del autor me encajan perfectamente con la impresión que he tenido de Casa de verano con piscina: en un determinado momento, el argumento parece dar un giro de ciento ochenta grados y la obra pasa de ser algo asimilable a una tediosa película de sobremesa a transformarse en un inquietante thriller psicológico.



Koch trata las relaciones sociales, las relaciones de pareja, y las de padres e hijos con acidez y ojo crítico. Ahonda en temas incómodos, políticamente incorrectos, en los prejuicios, en la moral, y lo hace sin juzgar, como un mero espectador, ofreciendo al lector la posiblidad de sacar sus propias conclusiones. La infidelidad y la pederastia son temas principales que flotan en el ambiente y consiguen crear zozobra y desazón en el lector.

El holandés utiliza un estilo muy directo, con un lenguaje demasiado explícito a veces, sin tapujos, seguramente porque su intención es ofrecer la realidad tal como es, sin tabués ni medias tintas, sin delicadeza, en toda su crudeza. Koch ofrece en esta novela de ritmo desigual, llena de altibajos, una imagen despiadada del género humano, donde el instinto de venganza prevalece por encima del perdón.  

domingo, 9 de septiembre de 2012

La fiesta del Chivo

La fiesta del Chivo
Mario Vargas Llosa, 2000

La fiesta del Chivo retrata el asesinato de Rafael Leónidas Trujillo, apodado El Chivo, dictador de la República Dominicana durante algo más de treinta años (1930-1961), pero también es una radiografía del régimen que tuvo  sometido y tiranizado al país durante tres décadas y del inicio de la transición hacia la democracia.

Uno de los aspectos que me fascina de Vargas Llosa es la estructura de sus novelas. En esta caso, la obra sigue tres líneas narrativas entrelazadas. Por un lado, Urania Cabral, hija de Agustín Cabral, ex senador en la era trujillista, regresa a su país tras años de ausencia. La visión de su padre enfermo y el reencuentro con su familia removerán sus recuerdos. En segundo lugar, se narran las últimas horas de la vida de Trujillo, ofreciendo una imagen del círculo interno del régmien, las relaciones de poder, los temores, y las envidias de las cabezas visibles. La tercera línea narrativa se dedica a los protagonistas del atentado perpetrado contra el dictador y a su suerte (o infortunio) durante las horas y días posteriores al asesinato.


Como en otras de sus obras, Vargas Llosa utiliza los planos temporales con una maestría inigualable. Viaja del presente al pasado con desenvoltura y agilidad. Una vez más, utiliza la técnica más cinematográfica que literaria: los flashbacks, que aparecen en los capítulos dedicados a Urania Cabral, y que me han transportado directamente a “La casa verde”, donde por primera vez el autor utilizó esta técnica innovadora.

En un plano más argumental, La fiesta del Chivo es una telaraña de personajes perfectamente radiografiados, sin duda, gracias también a un trabajo de documentación indiscutible y que sin duda supuso un esfuerzo titánico para el autor. Así, el rencor de Urania, el sadismo de Johnny Abbes García o la religiosidad de Salvador Estrella Sadhalá contribuyen a que el lector vaya perfilando a los personajes sin riesgo de perderse en la maraña de nombres y cargos políticos tanto de los miembros más aguerridos del régimen como de sus detractores.


Vargas Llosa confesó que esta novela comenzó a fraguarse muchos años antes de su publicación, en 1975, año en que visitó República Dominicana a fin de supervisar la adaptación cinematográfica de otra de sus novelas. Allí comenzó a oír anécdotas sobre la era trujillista y a interesarse por este periodo negro en la historia de la isla caribeña. El peruano confesó haber rebajado la crueldad de la realidad para dotar a la ficción de más credibilidad, algo que sorprenderá a cualquier persona que lea la novela, pues cuesta creer que la barbarie, las torturas, el sadismo, la abyección, la inmundicia que se describen, sean posibles. Incluso el secreto que Urania Cabral ha guardado tantos años en silencio y que acaba desvelando a sus parientes no es una invención del autor, sino un fenómeno que se repetía con frecuencia durante aquellos años.
El poder, el extremismo, los fanatismos, son temas que el peruano tiene presentes en sus obras (La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo, El sueño del celta). Vargas Llosa intenta demostrar que la realidad desmesurada de la que habla no se debe tanto a la naturaleza personal de Trujillo, sino a la acumulación de poder, pues él cree que “la crueldad es una manifestación de ese poder absoluto”. Al peruano le fascinó la relación que llega a establecerse entre el dictador y su pueblo: una especie de vasallaje espiritual que, por culpa de la coacción y el temor, va más allá de la simple servidumbre. Un mundo donde lo militar llega a controlar no sólo la esfera civil, sino también la familiar y profesional.
En mi ranking personal de novelas del nobel peruano, La fiesta del chivo ocupa, sin llegar a eclipsarla, un lugar muy cercano a Conversación en La Catedral. Es una de esas obras que lees con avidez y que, sin embargo, no querrías teminar jamás.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Invitación a un asesinato

Invitación a un asesinato.
Carmen Posadas, 2010
Una cita: Nadie va diciendo por ahí lo que verdaderamente piensa o siente. La hipocresía, o lo que es exactamente lo mismo, la buena educación, es un gran invento que sirve, sobre todo, para evitarnos el molesto espectáculo de los pensamientos ajenos.
Olivia Uriarte, miembro de la alta sociedad española, habitual del papel cuché, invita a un elenco de eclécticos personajes a pasar unos días a bordo de su yate, el Sparkling Cyanide, con el fin de celebrar su quinto divorcio. Sin embargo, una vez a bordo, Olivia desvela a los pasajeros el verdadero objetivo de su invitación: desea ser asesinada.






Invitación a un asesinato es un claro homenaje a las novelas de Agatha Christie. No en vano, la historia se divide en tres partes cuyos títulos coinciden con varias novelas de la inglesa: Cianuro Espumoso, Diez Negritos y Némesis. Sin embargo, la obra podría estructurarse únicamente en dos partes: una primera en que se nos dan a conocer las retorcidas intenciones de Olivia Uriarte y se presenta a los personajes, y una segunda narrada por su hermana Agatha en primera persona donde  intentará resolver el enigma.
Quien haya leído alguna vez una obra de Agatha Christie reconocerá que Invitación a un asesinato sigue el mismo esquema “de manual “ que Christie empleaba en sus novelas: la presentación de los personajes, la ejecución del  crimen, la exposición de motivos  de los diversos sospechosos y la resolución del misterio uniendo las piezas del puzle que acaban dando sentido a la historia.



Si la primera parte de la novela puede resultar un poco lenta o insustancial, en la segunda parte la narradora (Agatha) consigue erigirse como uno de esos antihéroes que se hace con el favor del lector y ofrece una lectura ágil y entretenida. Agatha es divertida, incisiva, y pone de relieve las diferencias sociales entre ella y su hermana con un acertado e irónico sentido del humor. Este personaje que sabe reírse de sí mismo, con el que es inevitable empatizar, es además el único que experimenta una evolución a lo largo de la historia. Y es que Invitación a un asesinato es una obra de entretenimiento, una opción sencilla, algo simplona quizás, para pasar un día de playa o de piscina, una novela sin mayores pretensiones, algo de agradecer después de mi lectura anterior.


lunes, 6 de agosto de 2012

El Zahir

Título original: O Zahir
Autor: Paulo Coelho
Editorial Planeta, 2005

Una cita: No me arrepiento de los momentos en que sufrí, llevo mis cicatrices como si fueran medallas, sé que la libertad tiene un precio alto, tan alto como el precio de la esclavitud; la única diferencia es que pagas con placer y con una sonrisa, incluso cuando es una sonrisa manchada de lágrimas.



El Zahir narra la historia de un conocido escritor que sufre la repentina despareción de su mujer, una periodista de guerra. Una vez que el protagonista comprende que su esposa no ha sido secuestrada sino que simplemente lo ha abandonado, comenzará una búsqueda que inevitablemente debe pasar por el reencuentro consigo mismo.

Me resulta complicado hablar sobre esta obra que me ha generado sentimientos encontrados y por eso más que nunca debo subrayar que lo que aquí vierto son mis opiniones absolutamente personales.



El Zahir es (o pretende ser) una de esas novelas espirituales (al menos esa es mi impresión). Sin embargo, el protagonista, que claramente tiene muchísimos rasgos autobiográficos, se me antoja un hombre bastante materialista, prepotente y petulante, lo cual choca rontalmente con el espíritu de la novela. Si bien es cierto que, como oportunamente le responde el protagonista a un periodista mientras le concede una entrevista, no es su intención dictar moralejas, pues para eso no escribiría una novela (supongo que le bastaría con una frase). El escritor (o su alter ego) arremete contra la crítica, que lo tacha de emplear un estilo demasiado sencillo, mientras que él se hace eco de sus números uno en ventas y sus traducciones a multitud de lenguas. Quizás tenga razón, pero en un libro como este, lo que menos espero es leer entre líneas (o no tan entre líneas) autodefensas de esta índole. La humildad es un rasgo que admiro y muchas veces los hechos son suficientemente explícitos por sí mismos.

Aparte el lado más "místico" de la novela, la historia propiamente dicha que se narra me ha resultado aburrida y absurda, especialmente los encuentros del escritor con un grupo de okupas y mendigos que a mi juicio están traídos a la fuerza, o las reuniones de "iluminados" en un restaurante parisino. Tampoco la forma en que se resuelve la novela me ha entusiasmado. A veces me parecía todo demasiado superficial y me costaba comprender a dónde quería llegar el autor. Desde mi punto de vista, para hablar del amor, de la libertad, de los reencuentros, no es necesario recurrir a un anecdotarío tan inverosímil.


Pero hay dos aspectos que me han gustado especialmente:  Por un lado, la parte más autobiográfica de la novela, esa que permite conocer al verdadero escritor. Por otro, ciertas historias que sí tienen una moraleja o enseñanza y varias citas como la que encabeza esta entrada en el "post" de hoy. Y hablando de citas, me apetece traer a colación esta que decía:

"Vas a ser consciente de tres cosas importantes. La primera: en el momento en el que las personas deciden afrontar un problema, se dan cuenta de que son mucho más capaces de lo que piensan. La segunda: toda la energía, toda la sabiduría, viene de la misma fuente desconocida, que normalmente llamamos Dios. La tercera: nadie está solo en sus tribulaciones, siempre hay alguien más pensando, alegrándose o sufriendo de la misma manera, y eso nos da fuerza para afrontar mejor el desafío que tenemos ante nosotros".

En definitiva, El Zahir me confunde, es un libro de fácil lectura y compleja interiorización que ciertamente  no sabría si recomendar a mis amigos.

martes, 17 de julio de 2012

Biblioteca al nivel del mar

Para mí el verano es la época en que me pongo al día con mis lecturas. Durante el invierno, el mayor culpable de mi dejadez lectora es el horario de trabajo. La jornada laboral es como un chicle en manos de un niño: se estira se estira y nunca sabes hasta dónde será capaz de alargarse. Lo único cierto es que lo hará más allá de lo que te ingresarán en nómina a fin de mes. Reivindicaciones aparte, que no están los tiempos para pedir (o eso nos obligan a creer), llego a casa tan cansada entre semana que no puedo hacer otra cosa que encender la tele, poner el programa o la película más liviano e intrascendente y dejarme vencer por el cansancio.


Pero hay una época del año en que las horas de luz se extienden más allá de las horas de oficina. Cuando llega ese momento, cargamos el coche con una maleta repleta de bikinis, crema protectora e ilusiones, y abandonamos la ciudad de hormigón y dióxido de carbono en la que durante once meses al año nos movemos como hormigas afanosas. En verano la transformación comienza porque somos más cigarras que hormigas, gastamos lo que hemos ahorrado durante los meses de frío y recordamos que trabajamos para vivir, aunque nuestro jefe se empeñe en que hacernos creer lo contrario. 

La sombrilla algo inclinada, la silla de playa, la brisa del mar, la arena que se mete entre las páginas, la humedad que estropea la tersura de las hojas son los componentes perfectos para disfrutar de una novela. Para mí, la playa es una biblioteca inigualable. La calma, la paz necesaria para disfrutar de un buen libro no encuentran enemigo en junto al mar. Bueno, quizás estoy siendo demasiado benevolente y olvido ciertas playas donde grupos de jóvenes tatuados beben cerveza alrededor de un transistor. Pero será por mi memoria selectiva o por el delicado proceso de selección con el que elijo el lugar de veraneo, que estos especímenes domingueros no enturbian mis recuerdos estivales.


En vacaciones todos soñamos con que el próximo otoño será un punto de inflexión en nuestra rutina. Imaginamos un estilo de vida con menos tabaco y más deporte, y nos agarramos a la esperanza de pensar que el año que comienza emprenderemos nuevas empresas personales o profesionales con las que lograremos el grado de autorrealización que aún durante este año no hemos llegado a arañar. En verano nos desprendemos de los miedos y prejuicios y dejamos volar la imaginación, nos ponemos metas muchas veces inalcanzables y es que, al fin y al cabo, las vacaciones son un periodo para soñar, y qué mejor manera de despegarnos de la realidad que sumergiéndonos en las aventuras de un buen libro.


viernes, 22 de junio de 2012

El imperio eres tu

Título original: El imperio eres tu
Autor: Javier Moro
Premio Planeta 2011

Una cita: Puedes amar como un hombre, hijo mío, pero te tienes que casar siempre como un príncipe. 
 
"El imperio eres tú" es la novela que ha conseguido devolver a los Premio Planeta el prestigio que en los últimos años parecía haber perdido. Narra el nacimiento del más grande país de Sudamérica, Brasil, a raíz de la salida de Lisboa de los Braganza , que pretenden, con su huída hacia el nuevo continente en 1807, salvar a la corona de la invasión de las tropas napoleónicas.



Personalmente, esta novela me ha permitido descubirar una parte de la historia que, pese a ser muy cercana por sus raíces geográficas, desconocía. "El imperio eres tu" posee el exotismo de las tierras del trópico, las intrigas palaciegas de las monarquías del sigo XIX, y es un retrato psicológico de sus principales personajes: Juan VI de Portugal, su esposa Carlota Joaquina de Borbón, hermana del rey español Fernando VII, Pedro I, emperador de  Brasil o su mujer, Leopoldina de Austria.

Esta novela consigue poner varios temas de relieve. Por una parte, halaga la forma en que la independencia llegó a Brasil de mano de un emperador magnánimo, que, si bien confundido en ocasiones por la influencia perniciosa de su amante Domitila o por su deseo de poder, evitó derramameintos de sangre, al contrario que ocurrió con sus países vecinos al independizarse de sus colonias.


En un momento en que el papel de la monarquía está tan cuestinado, "El imperio eres tu" pone  en envidencia el papel imprescindible que esta institución ejercía hace apenas dos siglos. Los monarcas eran educados para dar su vida por el pueblo y por la institución, sacrificando sus deseos personales. La presencia de espíritu, la nobleza, el honor y la dignidad eran valores incuestionables y quien no los cultivaba, como fue el caso de Miguel, hermano de Pedro I, lo acababa lamentando.

Otra vez más, una novela que evidencia las contradicciones del ser humano. Pedro I fue un mujeriego incorregible que, sin embargo, quiso hacerse cargo de la multitud de hijos que tuvo con infinidad de mujeres. Fue un amante entregado, pero a veces un esposo egoísta; un padre amoroso, pero un hijo en ocasiones despiadado; un luchador incansable, pero también un juez parcial. Y así como el emperador Perdro I de Brasil,  la historia narrada en esta novela demuestra que el pueblo es también caprichoso y contradictorio a veces, difícil de contentar.

"El imperio eres tu" ofrece una lectura a veces densa. No da tiempo al esparcimiento, es una sucesión inagotable de datos históricos que el autor emplea para ir desgranando la historia y el retrato de sus personajes, explicando las posturas de unos y otros, con el fin de que el lector comprenda la sucesión de los hechos que desencadenaron la toma de decisiones, el comienzo de una guerra o el triste exilio de un país. En contraprestación a la densidad de información, la novela está escrita linealmente, con una prosa sencilla y un estilo ameno y lúcido.

Después de haber leído "Pasión India" y "El Sari Rojo", con "El imperio eres tu" me reafirmo definitivamente en mi inclinación por Javier Moro, este escritor capaz de hacer de la historia una apasinante aventura.

lunes, 18 de junio de 2012

Jezabel

Había visto en algunas librerías “Suite francesa”, de Irene Nemirovsky, pero el volumen, tan pesado, no me parecía una opción cómoda para el autobús (sigo sin darle una oportunidad al ebook). Así que cuando supe de “Jezabel” pensé que era una forma más liviana – en sentido literal – de acercarme a la escritora.


Jezabel es una novela psicológica protagonizada por una exquisita mujer de la alta sociedad francesa de principios del siglo XX, Gladys Eysnach, de gran belleza y baja altura moral, incapaz de aceptar el paso del tiempo. La obra, que comienza con el juicio de la protagonista por el presunto asesinato de su presumible amante, consigue en un principio azuzar la intriga del lector. Sin embargo, enseguida se convierte en una historia totalmente predecible. El argumento es ciertamente exagerado - quién puede creerse que allá por los maravillosos años veinte una mujer de sesenta años pudiera pasar por una joven de treinta y tantos. Además, las andaduras psicológicas de la protagonista - el análisis de sus miedos, sus inseguridades, y su egoísmo - resultan ciertamente repetitivas.

Pese a todo, la novela me ha sorprendido por la vigencia del tema principal. El miedo a perder la belleza, la obsesión insana por mantener la juventud, el deseo incontrolable de sentirse admirada, son temas que no pueden estar más vigentes hoy en día. En una sociedad en la que la cirugía estética o las inyecciones de bótox son tan comunes como una extracción de muelas, quizás debiéramos reflexionar sobre el verdadero valor de la juventud. Tendemos a sobrevalorarla y a equipararla a estados de felicidad y satisfacción, olvidando que la verdadera belleza no debería depender de un ceño más o menos arrugado. Los cánones que nos inculcan desde todos los medios de comunicación, los prototipos de perfección que nos ofrecen se quedan en la superficie, y casi siempre obvian una belleza que, a diferencia de la tersura de un rostro, puede ser perenne: hablo de la integridad moral, la generosidad, el saber estar, la clase. Una piel estirada no lo es todo. Por eso la protagonista de Jezabel, pese a ser capaz de alargar la juventud de su cuerpo más allá de lo esperable, es un personaje obsesionado, con un atribulado mundo interior, egoísta y tremendamente infeliz y desgraciada.


No puedo terminar esta entrada sin hacer mención a la apasionante vida de Irene Nemirovsky. La escritora de Jezabel, nacida en Kiev, se estableció en París en 1919 tras huir junto a su familia de la revolución bolchevique. Allí Irene obtuvo la licenciatura de Letras en la Sorbona y en 1929 envió su primera novela, David Golder, a la editorial Grasset, dando comienzo a su carrera literaria. Pero la Segunda Guerra Mundial marcó trágicamente su destino y fue deportada a un campo de concentración y asesinada en Auschwitz. Sus hijas guardaron el legado que su madre les dejó: una maleta con varios de sus manuscritos, entre los que se encontraba Suite Francesa, novela sobre la ocupación alemana en Francia cuya publicación en 2004 desencadenó un fenómeno editorial y cultural sin precedentes. Jezabel no ha satisfecho mis expectativas, pero ¿debería quizás darle una oportunidad a Suite Francesa?

viernes, 4 de mayo de 2012

El rector de Justin

Título original: The rector of Justin  
Año: 1964
Autor: Luis Auchincloss

Una cita: Yo llevaba la melancolía del París norteamerciano de los años veinte como si fuera un sombrero nuevo; él la llevaba dentro del alma.


Hoy vuelvo a la literatura americana de la mano de “El rector de Justin”. No me gusta desgranar el argumento de las novelas y en este caso creo que no es necesario para explicar cómo me he “enfrentado” - en sentido metafórico, porque ha sido un placer leerla - a esta obra.

Luis Auchincloss narra la vida del rector de uno de los más prestigiosos colegios americanos de principios de siglo XX. Durante la lectura, no he podido dejar de encontrar paralelismos entre la forma en que Auchincloss aborda a su personaje (el rector de Justin) y la empleada por Coetze en “Verano” para autobiografiarse.



En esta última, el novel sudafricano se describía a sí mismo a través de las voces de varias personas que a lo largo de su vida habían tenido un papel significativo (creo recordar que casi siempre en el ámbito sentimental). En la obra de Coetze era un periodista quien, con la objetividad que exigía su profesión, ponía en común todas las versiones. Aquí, en “El rector de Justin”, Auchincloss recurrió a una estructura similar que le permitió abordar al personaje protagonista desde múltiples perspectivas: un joven profesor deslumbrado por la figura del rector acepta escribir su biografía utilizando para ello los diarios, notas y apuntes de viejos amigos, familiares y alumnos del doctor Prescott, así como su propia experiencia como profesor novel durante los últimos años del rectorado de Prescott. Si bien Coetze buscaba la objetividad de una forma deliberada, el biógrafo del rector de Justin es víctima de una subjetividad propia de la idolatría que manifiesta hacia el doctor. Ahora bien, en ambos casos la multiplicidad de narradores permite trazar y poner en evidencia la complejidad de las personalidades de los protagonistas y sus contradicciones, tan inherentes a la naturaleza humana. Creo que Auchincloss se acerca con acierto, utilizando la sutileza de un psicoanalista, a la percepción que cada personaje tiene del doctor Prescott, y así poco a poco consigue que el lector vaya modelando su propia opinión.

Hay otro gran protagonista omnipresente en la novela de Auchincloss. Me refiero a Justin Martyr: el colegio de la excelencia, un micromundo donde el esfuerzo, el voluntarismo, la lealtad, el honor y la religiosidad se cultivan con empeño bajo la atenta mirada de su rector mientras el mundo se bate en una guerra mundial. Un colegio típicamente americano creada de la nada por un hombre ambicioso y perseverante.



El rector de Justin” es una novela de intelectuales con constantes referencias literarias. A mí en muchos pasajes me ha recordado a “Hermosos y Malditos”, de F.S. Fittzgeral y al Hemingway desilusionado de su última etapa parisina. Tan distinguida como su autor, descendiente de uno de los primeros nobles británicos llegados a las colonias americanas, “El rector de Justin” es un libro elegante, no solo por su prosa distinguida, sino también por los ambientes y personajes que recrea, por sus diálogos inteligentes y audaces, plagados de sutilezas, y por el idealismo y la inocencia de los ojos del narrador principal que mira con idolatría al rector.

martes, 27 de marzo de 2012

El Hereje

Título original: El Hereje
Año: 1998
Autor: Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010)


El Hereje es, en palabras de Miguel Delibes, su obra más ambiciosa y compleja. Narra la vida de Cipriano Salcedo, un vallisoletano venido al mundo en 1517, el mismo año en que Lutero clavó en la puerta de la Iglesia del Palacio de Witternberg sus 95 tesis contra las indulgencias de la Iglesia. 

Los hechos y circunstancias que desde sus primeros días de vida condicionan la existencia de Salcedo y desembocan en su adhesión a la secta protestante fundada y dirigida en Valladolid por el doctor Cazalla son el núcleo argumental de la obra. El Hereje es un entramado de personajes ficticios que se entremezclan con otros reales durante los años del reinado de Carlos I y Felipe II. La novela se pone en pie sobre una base histórica con una fácil proyección a la época actual: la persecución ideológica y la intransigencia son factores presentes tanto en el siglo XVI  como en la sociedad de hoy, y no estoy aquí para juzgar en qué lado se sitúa la intolerancia porque creo que, como dice el refrán, en todas partes cuecen habas. Delibes describe la conjetura social y religiosa de la época y consigue poner de relieve las contradicciones de la conducta humana y la doble moral.

El fondo reflexivo y conceptual de la novela no se desarrolla en forma de un discurso ensayístico, sino en una narración ágil y pulida. Miguel Delibes contextualiza perfectamente la vida en la ciudad castellana, el urbanismo, los trajes de época, los viajes a caballo, los paisajes de la meseta castellana y su agricultura. Para esto se vale de dos herramientas fundamentales: por un lado, un exquisito y exhaustivo ejercicio de documentación; por otro, un lenguaje rico, preciso y limpio. Es uno de esos libros para leer con un diccionario cerca, no porque sea de difícil comprensión, sino para disfrutar (y aprender) del vastísimo vocabulario del autor. Delibes es un perfecto exponente  de la lengua castellana. No en vano esta obra le mereció el Premio Nacional de Narrativa en 1999 (ya lo había conseguido en 1956 por “Diario de un cazador”) concedido por el Ministerio de Educación y Cultura a la mejor novela publicada en cualquiera de las lenguas españolas.

Miguel Delibes, un pesimista confeso, fue diagnosticado de cáncer el mismo día en que escribió la última página de El Hereje y, como diría más tarde, “el escritor acabó en el quirófano”. Pero también fue él quien afirmó: “No deseo más tiempo, doy mi vida por vivida”. Leyendo El Hereje y encuadrándolo dentro del valioso legado literario y cultural que nos dejó, no podemos más que darle la razón.

domingo, 26 de febrero de 2012

The Artist: Sobran las palabras

Año de producción: 2011
Nacionalidad: Francesa
Director: Michel Hazanavicious

A unas horas de la ceremonia de los Oscar, escribo una entrada sobre la que desde ayer es mi película favorita para esta edición. No sé mucho de libros, y menos aún de cine, pero sí sé qué ocurre cuando una historia me impresiona y The Artist ayer me impresionó.



Pese a las reticencias iniciales por ir a ver una película muda (creo que puedo contar con los dedos de una mano el número de películas sin voz que he visto a lo largo de mi vida) y en blanco y negro, ayer finalmente me armé de valor - y palomitas - y me dejé atrapar por una historia que habla de la vanidad, del orgullo y de cómo estos a veces nos impiden levantarnos cuando hemos fracasado.

Pero no es el argumento de fondo lo que me maravilló, sino la forma de contarlo. The Artist es una historia sencilla y tierna. Carecer de un guión hablado impide poder narrar tramas más complejas que podrían no entenderse debidamente por parte del espectador. Por eso, la película habla de sentimientos sin dobleces y consigue conectar directamente con las emociones más consustanciales del ser humano. Anoche, mientras veía actuar a una adorable Bérénice Bejo, advertí que las palabras no son ni mucho menos fundamentales para la comunicación del hombre. El lenguaje gestual puede ser en ocasiones más poderoso que el hablado. Las miradas llenas de ternura y afecto que Jean Dujardin regalaba a su compañera de reparto lo decían absolutamente todo. The Artist deja patente el poder de una sonrisa, de una lágrima que tiembla al borde del ojo, de una mirada perdida. Poner voz en determinadas escenas habría destruido la magia de algunos momentos.

Hay en la cinta un protagonista obligadamente mudo: un adorable y fiel perro que acompaña a su amo a lo largo de toda la proyección. El es la expresión más palpable de que las palabras no son imprescindibles para expresar ciertos sentimientos.




The Artist nos recuerda que el hombre siempre se ha comunicado, incluso cuando vivía en las cavernas y se abrigaba con pieles de animales muertos a la luz de las hogueras y sólo era capaz de emitir sonidos guturales. La palabra le sirvió para ahondar en sus sentimientos, mejorar su forma de expresión y vivir experiencias más complejas. ¿Sería la vida más sencilla si no supiésemos hablar? Probablemente sí. Y resulta cuanto menos curioso reflexionar sobre esa forma de comunicarse (sin palabras) cuando a día de hoy hemos alcanzado el otro extremo: tenemos la posibilidad de chatear con gente cuyos rostros no hemos visto jamás, cuyas voces no hemos oído o cuyos abrazos no hemos sentido. 



En este blog, que pretende hablar de libros, puede resultar paradójico hacer referencia a una película donde la imagen y la música son los únicos factores necesarios para narrar una historia. Pero creo que los escritores son conscientes de que no todo es la palabra e intentan, a través de esta, mostrar el lenguaje gestual de sus protagonistas, transmitir el brillo de una mirada, la complicidad de un guiño de ojos o la exasperación de una vena hinchada en la frente. Aunque por ahora no han logrado que los libros tengan banda sonora... todo se andará.

No puedo acabar sin hacer referencia a la escena en el camerino del artista, para mí, absolutamente extraordinaria, llena de fuerza y elocuencia, o a la fascinante ambientación de los maravillosos y holliwoodienses años 20 cuya estética adoro.

Ahora sí, para mí, sin lugar a dudas, The Oscar goes to The Artist.

lunes, 13 de febrero de 2012

Ladrones de nuestro tiempo

No hay desacuerdo: el tiempo es un bien escaso y es, además, el único irrecuperable. Hay otros, como la salud - si bien no estrictamente un bien escaso, desde luego primordial -  que aunque mellada por enfermedades de mayor o menor gravedad, siempre cabe que regrese. El agua dulce es otro ejemplo: incluso tras periodos de sequía, volverá a  caer y rellenar nuestros pantanos. Y en cuanto al petróleo, se hallarán nuevos yacimientos que incrementarán las reservas actuales y desde luego yo confío en que encontremos recursos, fuentes de energía alternativas, que lo sustituirán.



Pero el tiempo, amigo mío, es harina de otro costal. No eras consciente cuando recibiste aquella palmadita y por vez primera tus pulmones se contrajeron en un acto reflejo, pero en ese preciso instante comenzó la cuenta atrás. Vives a contrarreloj. Cuando suena el despertador ya llegas tarde y el día se convierte en una lucha en la que la hora de entrada al trabajo, el inicio de la clase de Pilates, el cierre de la guardería y el comienzo de la serie de TV son tus más férreos enemigos. Admítelo, vives con prisa, vas con la lengua fuera.



Queremos estirar los días, pero el tiempo es rígido, inflexible. No da tregua y además tiene buenos aliados. Son los ladrones del tiempo. Tienen nombre y apellidos, diferentes para ti y para mí, pero algunos, los más crueles y atroces, son comunes. Tú y yo compartimos su sadismo. Llámalo Ipad, Iphone, Google, Apple Store o simplemente, Internet. Tenemos acceso directo en cada momento del día, lo llevamos en el bolsillo, lo consultamos en el autobús, incluso en el metro ya tenemos cobertura, respondemos mensajes mientras vemos la tele, jugamos en línea cuando estamos leyendo y leemos emails en mitad de una comida con amigos. El dedo se mueve audaz sobre la pantalla táctil y los ojos sobrevuelan las letras sin llegar a concentrarse. Mientras, el segundero del reloj marca inflexible el paso del tiempo. Perdemos la carrera. Saltamos de un tema a otro- los links facilitan la tarea- sin llegar a profundizar en ninguno. Mientras, la novela que teníamos entre manos nos mira abandonada desde su destierro, el marca páginas parado desde hace días, la esperanza ya perdida. 


Lo admito: Yo también soy víctima de estos ladrones de tiempo… y aún no sé si claudicar. Me resisto a que roben tiempo a mis lecturas, pero a la vez disfruto con mis juegos online y los WhatsApps. ¿Dónde está el equilibrio? La vida se acaba, date prisa. Escoge entre leer o jugar, escribir o chatear. Has de tomar decisiones. Sé el único dueño de tu vida. La vida es un regalo, insustituible y único. De ti depende que sea extraordinaria. Aprovéchala. Tu tiempo te pertenece, tú puedes manejarlo. No seas un mero espectador. Coge tu libro y lee, toma decisiones, disfruta, escribe, juega, ama y sé valiente. Mañana ya no estaremos aquí. Todo lo que hagas hoy, quedará hecho, se archivará en tu memoria. ¿Qué clase de recuerdos deseas almacenar? Pocas veces hay una segunda oportunidad. Cógela al vuelo. No tengas miedo. Tú tiempo, tus días, tus experiencias, sólo a ti te pertenecen.

domingo, 29 de enero de 2012

Una temporada para silbar

Título original: The Whistling Season
Autor: Ivan Doig (EEUU, 1939)

Después de una lectura no del todo estimulante (Las Uvas de la Ira), buscaba un libro con efecto Coca Cola: que en lugar de provocarme somnolencia y apatía, me entretuviera, me enganchase de forma inocua y dejase un buen sabor de boca. Me alegra poder afirmar que “Una temporada para silbar” ha satisfecho todos estos requisitos.


En un pueblecito del estado de Montana, a principios de siglo XX, la familia Milliron, compuesta por un padre y tres niños huérfanos de madre, contrata a un ama de llaves para poner orden en su casa. Pero no será esta mujer venida de Minnesota  la única persona que irrumpirá en sus vidas, pues la afable Rose llega acompañada de un hermano quien, a pesar de unas primeras apariciones intrigantes que a mi entender auguraban terribles desgracias, va ganándose la confianza y el afecto del lector conforme avanza la novela.

Ivan Doig, autor de “Una temporada para silbar”, recurre a la voz de Paul, el mayor de los tres hijos, para narrar en primera persona y con la perspectiva que le ha otorgado el paso del tiempo, esta historia que nos atrapa en un universo de delicadas sutilezas. La audacia del protagonista es vital a la hora de tomar las riendas de esta historia donde la ternura y la carcajada – o al menos la sonrisa cómplice – surgen en dosis equivalentes.


Hay dos aspectos burbujeantes en esta novela Coca Cola que me han gustado especialmente. Primero, sus personajes. Doig da en el clavo cuando plasma a través de los recuerdos de Paul las diversiones, enfados,  peleas, diálogos y relaciones de los muchachos preadolescentes con su entorno. Delimita con sutileza la personalidad de estos chavales que oscilan en el delicado filo que separa el final de la infancia del principio de la adolescencia. Pero no sólo ellos, sino el resto de personajes (su padre, el ama de llaves, el maestro, la tía Eunice y un complejo entramado de actores) están perfilados de forma única: no aparecen como una amalgama secundaria, sino que cada uno adquiere relieve y personalidad propia.

El otro aspecto que me ha encandilado ha sido la figura del maestro de la escuela unitaria de Marias Coulee, donde los alumnos de todos los cursos y edades comparten aula. Siempre me han gustado las películas y novelas que tratan el tema de la docencia, y aunque "Una temporada para silbar" va más allá de las paredes de la escuela, he disfrutado cuando el autor abordaba con una sencillez efectista los momentos más rutinarios de la vida escolar, la relación del maestro con los alumnos, la esperanza que deposita en ellos y su particular forma de enseñar. Creo que Ivan Doig consigue también plasmar con acierto la actitud de los muchachos frente al maestro: el temor y la admiración, el respeto y la complicidad.


“Una temporada para silbar” es una novela agradable, visual, colorida y delicada no sólo en el fondo, sino en la forma - bien estructurada y de estilo cuidado - que entretiene y distrae. Una novela capaz de transportarnos a un pueblo lejano de Montana, de subirnos a los lomos de un caballo en medio de los caminos nevados con las Rocosas de fondo y de recordarnos cómo se mira a través de los ojos de la infancia. Por eso, y por el ligero desasosiego que surge de las pequeñas intrigas que siembran la historia, la devorarás en pocos días.