domingo, 16 de marzo de 2014

El arte de la defensa

El arte de la defensa
Título original: The art of fielding
Autor: Chad Harbach

Creo que una de los mejores ingredientes de "El arte de la defensa" es la historia de su propia gestación. Chad tardó en escribirla la friolera de nueve años. NUEVE AÑOS. Y antes de publicarla, como no podía ser de otro modo, le cerraron muchas puertas. Así pues, una vez que apostaron por ella, no podía más que triunfar en las librerías. "El arte de la defensa" se había convertido, incluso antes de arrasar en ventas, en un libro de culto. 



Desde que en 2011 fue elegida por The New York Times como una de las diez mejores obras de ficción del año, la obra de Harbach continua en la lista de los más vendidos. ¿Qué tiene que la hace tan especial? o, lo que es lo mismo, ¿cuáles son los otros ingredientes, además de la historia de su creación, para que una obra se convierta en un best seller?
"El arte de la defensa" es una novela de beisbol. Quizás debería revelar esto más adelante, para no desalentar a posibles lectores. De modo que si has decidido continuar leyendo, te confesaré que  es también una novela de género universitario, un libro sobre la amistad, sobre la homosexualidad. Y es, ante todo, una novela de superación personal. ¿Cómo asumimos nuestro destino? ¿Cómo tomamos las riendas de nuestra propia vida? ¿Cómo evitar convertirnos en una marioneta del azar?

Hay varios protagonistas en la novela, aunque es Henry Skimshander, un joven y talentoso jugador de beisbol, una de esas personas nacidas con un don, tocado por la mano de Dios, el encargado de poner en común al resto de personajes. Cada uno de ellos está bien formado, tiene su propia psicología y una evolución a lo largo de las páginas. Un reparto variado para que cada lector se sienta identificado con alguno de ellos. El best seller se va cuajando. 
Pero en esta novela sobre la amistad, el afán de superación, el inconformismo, la capacidad de lucha, de esfuerzo, y la esperanza, llega un punto en que el ritmo, o la cordura, se pierden. Y es hacia mitad de la novela cuando uno se pregunta qué está pasando. 
¿Qué diablos está pasando aquí? 
La historia se tambalea. Oscila. Y termina naufragando. Y varios son los culpables
1.- Las relaciones personales parecen a veces una parodia de sí mismas. El más claro ejemplo es una relación homosexual nada verídica. Chad no es una buena alcahueta. Sus parejas sentimentales no empastan. Definitivamente, no. 
2.- Hay un personaje, el único femenino con algo de peso, la hija del rector, traído tan a la fuerza, que enfada. Chad utiliza a la chica para generar conflicto entre los amigos y compañeros de equipo, pero su presencia es innecesaria. 
Chad, querido, los amigos pueden enfrentarse por asuntos ajenos a las mujeres. Tu planteamiento me parece demasiado pueril y simplista. 
La historia de la chica también es, como otras tantas, muy rocambolesca y además, siendo absolutamente secundaria, el autor pretende hacer de ella otra protagonista. Pero en esta novela sobre la amistad, lo siento, Chad, sobran las féminas. 
3.- La obra termina convirtiéndose en una pequeña telenovela adolescente. Chad pretende tratar los temas centrales de su obra con naturalidad, con situaciones cotidianas, pero se le va la mano y uno acaba echando en falta algo de solemnidad. A veces tuve la sensación de estar leyendo una especie de capítulo de Sensación de Vivir. 
4.-  El final. El final es terrorífico. Y no porque dé miedo, sino porque termina dando pena. Tantas páginas, TANTOS AÑOS, para acabar tirando la novela por el retrete. Un final tragicómico que es casi un agravio al lector. 

Pero, para ser justa, debo confesar que la leí en apenas unos días. ¿No debería explicar también por qué? ¿No debería exponer las virtudes de la obra?
Acepto mi propio reto: 
1.- Estilo fluido y una prosa correctísima la hace muy fácil de digerir. 
2.- El arte de la defensa engancha desde el principio y es tan fuerte el enganche, que a pesar de los desvaríos de los que hablaba más arriba, uno no se siente tentado a abandonarla. Sí, es un libro entretenido. Y al final, de eso se trata cuando uno sostiene un libro entre las manos, apaga la tele, y pasa la primera página. 
3.- Consigue que el lector sienta cierto interés por el beisbol. Yo, de hecho, investigué las reglas del deporte americano y ahora sigo una cuenta en Instagram con fotos espectaculares en el "diamante". (¿Cómo  no iba a gustarme un deporte a cuyo campo de juego designan "el diamante"?)
3.- Owen. Owen es uno de los cinco protagonistas. El joven homosexual. Con él sí que ha logrado Harbach crear un mito. Owen se merece una novela propia. Owen es un personaje carismático más por sus silencios y por sus actos que por sus palabras. Owen es el protagonista con el que todo escritor sueña. 
4.- El homenaje a Moby Dick. El arte de la defensa está plagado de referencias a la obra de Melville. En particular, el capítulo que cuenta la historia del rector del Collage, un apasionado de Melville, es, probablemente, el mejor de la novela. 
El arte de la defensa entretiene, pero que no les engañen. No es una obra maestra. Tampoco es ese gran descubrimiento del que hablaron algunos medios. Es sólo un best seller con ingredientes acertados. 

miércoles, 29 de enero de 2014

Bella del Señor

Título: Bella del Señor
Autor: Albert Cohen

Detrás de un título tan potente y hermoso, cabe esperar una gran obra y en este caso no hay decepción detrás de la carátula.

A las puertas de la Segunda Guerra Mundial, Cohen nos regala una apasionada historia de amor entre Ariane, una aria de gran belleza, y Solal, apuesto judío director general de la Sociedad de Naciones.

Bella del Señor comienza siendo una parodia de las novelas de amor y de las relaciones románticas. Cohen pone en evidencia la estupidez en la que caen los amantes en su afán por mostrarse perfectos ante los ojos del amado. Pero poco a poco la risa deja paso a la reflexión y el lector cae en la cuenta de que muchas de esas situaciones que de puro cómicas acaban resultando patéticas, las ha vivido de una u otra forma.


Cohen hace un análisis exahustivo de las relaciones de pareja. ¿Qué es necesario para mantener el romanticismo? ¿Se bastan los amantes con ellos mismos o necesitan del mundo exterior para que su felicidad sea completa? ¿Son los celos o las discusiones un estíumlo de la pasión?

Hacia las últimas páginas, la novela adquiere un tono cada vez más dramático. Ver de lo que el amado es capaz de hacer para retener a su pareja provoca ternura, pero también sufrimiento. El final es, a mi parecer, perfecto. ¿Cómo es posible que una relación muera de sí misma?, cabe preguntarse. No ahondo en el tema por no desvelar el desenlace, pero merece la pena leer hasta la última página porque es en el final donde Bella del Señor alcanza el climax y donde la novela emociona intensamente. Es un final que da qué pensar, que provoca inquietud, que remueve las entrañas.

En cuanto al estilo, Cohen no deja de sorprender. En alguna página de Internet leí que le dictó la novela a su secretaria de viva voz. No sé si será cierto. Lo que sí es verdad es que Cohen emplea un estilo peculiar, cercano al lirismo. Sea como fuere, lo que Cohen consigue es conectar el estado de ánimo del lector con el de sus personajes: desesperación cuando el ansiado invitado tarda en presentarse, el aburrimiento de los perfectos amantes, soledad y abandono junto a los desterrados. Y se vale para ello de diversas técnicas revolucionarias para su época, como esos monólogos interiores sin una sola coma donde pararse a tomar aire. 

Para terminar, no puedo dejar de hacer referencia al discurso del que se vale Solal, hacia mitad de la novela, para llegar hasta su amada. En él expone su teoría sobre los factores necesarios para conquitar: nueve partes de gorila y una de huerfanito. Sencillamente, magistral.

Las más de seiscientas páginas pueden desalentar, pero que no les desanime el tamaño del volumen, porque "Bella del Señor" es una obra mastra.