lunes, 18 de junio de 2012

Jezabel

Había visto en algunas librerías “Suite francesa”, de Irene Nemirovsky, pero el volumen, tan pesado, no me parecía una opción cómoda para el autobús (sigo sin darle una oportunidad al ebook). Así que cuando supe de “Jezabel” pensé que era una forma más liviana – en sentido literal – de acercarme a la escritora.


Jezabel es una novela psicológica protagonizada por una exquisita mujer de la alta sociedad francesa de principios del siglo XX, Gladys Eysnach, de gran belleza y baja altura moral, incapaz de aceptar el paso del tiempo. La obra, que comienza con el juicio de la protagonista por el presunto asesinato de su presumible amante, consigue en un principio azuzar la intriga del lector. Sin embargo, enseguida se convierte en una historia totalmente predecible. El argumento es ciertamente exagerado - quién puede creerse que allá por los maravillosos años veinte una mujer de sesenta años pudiera pasar por una joven de treinta y tantos. Además, las andaduras psicológicas de la protagonista - el análisis de sus miedos, sus inseguridades, y su egoísmo - resultan ciertamente repetitivas.

Pese a todo, la novela me ha sorprendido por la vigencia del tema principal. El miedo a perder la belleza, la obsesión insana por mantener la juventud, el deseo incontrolable de sentirse admirada, son temas que no pueden estar más vigentes hoy en día. En una sociedad en la que la cirugía estética o las inyecciones de bótox son tan comunes como una extracción de muelas, quizás debiéramos reflexionar sobre el verdadero valor de la juventud. Tendemos a sobrevalorarla y a equipararla a estados de felicidad y satisfacción, olvidando que la verdadera belleza no debería depender de un ceño más o menos arrugado. Los cánones que nos inculcan desde todos los medios de comunicación, los prototipos de perfección que nos ofrecen se quedan en la superficie, y casi siempre obvian una belleza que, a diferencia de la tersura de un rostro, puede ser perenne: hablo de la integridad moral, la generosidad, el saber estar, la clase. Una piel estirada no lo es todo. Por eso la protagonista de Jezabel, pese a ser capaz de alargar la juventud de su cuerpo más allá de lo esperable, es un personaje obsesionado, con un atribulado mundo interior, egoísta y tremendamente infeliz y desgraciada.


No puedo terminar esta entrada sin hacer mención a la apasionante vida de Irene Nemirovsky. La escritora de Jezabel, nacida en Kiev, se estableció en París en 1919 tras huir junto a su familia de la revolución bolchevique. Allí Irene obtuvo la licenciatura de Letras en la Sorbona y en 1929 envió su primera novela, David Golder, a la editorial Grasset, dando comienzo a su carrera literaria. Pero la Segunda Guerra Mundial marcó trágicamente su destino y fue deportada a un campo de concentración y asesinada en Auschwitz. Sus hijas guardaron el legado que su madre les dejó: una maleta con varios de sus manuscritos, entre los que se encontraba Suite Francesa, novela sobre la ocupación alemana en Francia cuya publicación en 2004 desencadenó un fenómeno editorial y cultural sin precedentes. Jezabel no ha satisfecho mis expectativas, pero ¿debería quizás darle una oportunidad a Suite Francesa?

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