viernes, 9 de diciembre de 2011

Las uvas de la ira

“Las uvas de la ira” le valió a John Steinbeck el premio Pulitzer en 1940. Ya sólo el título es completamente fascinante,  potente como bien pueden serlo “El animal moribundo", de Philiph Roth, o "Desgracia", de Coetze. Bajo este título tan evocador, Steinbeck, premio Nobel además de Pultitzer, como casi todos los de su Generación Perdida, narra las desventuras de una familia de agricultores tejanos que, azotados por la sequía y la crisis agrícola que siguió al crack del 29, se ve obligada a abandonar sus tierras y emprender una dura travesía hacia el Oeste. California se presenta como una tierra prometida llena de oportunidades. Ya sin nada que perder – han sido desahuciados por los bancos y son víctimas de una sequía pertinaz y de la introducción de la maquinaria agrícola que cambia las fórmulas tradicionales de explotación – los Joad cargan sus pocas pertenencias y emprenden un éxodo que no estará exento de penurias.   


Steinbeck empela un estilo sencillo y directo para relatar la desolación, las vicisitudes y la pobreza extrema contra la que lucha la familia, y esto sin necesidad de recurrir en ningún momento a sentimentalismos o a la lágrima fácil. Sus descripciones son tan precisas que nos transportan a esa América profunda que tantas veces hemos visto en las películas. No obstante he de confesar que algún pasaje me ha resultado algo tedioso (se me ocurren ahora las páginas que mantienen a Tom y Al Joad ocupados entre bielas y pistones mientras se afanan en realizar ciertos arreglos mecánicos)

Conforme iba leyendo, no dejaba de encontrar paralelismos entre la historia de los Joad y la de la Europa actual. Primero, es evidente que en ambos casos estamos ante el fracaso (o el traspiés) de un sistema donde las entidades financieras han jugado un importante papel. En segundo lugar, “Las uvas de la ira” es la historia de un éxodo masivo motivado por la búsqueda de oportunidades laborales. Hoy en día en España los jóvenes no son capaces de incorporarse al mercado laboral de forma activa y muchos están empezando a optar por la emigración Esto conlleva no sólo la fuga de talentos, sino también un preocupante envejecimiento de la población activa. Por último (y por no extenderme demasiado), en la obra de Steinbeck juegan un significativo papel los comerciantes que sacan partido de la crisis exprimiendo sin piedad a los emigrantes. En la crisis de deuda que sufrimos, la especulación contra los países periféricos está elevando la prima de riesgo a niveles sin precedentes. Los reguladores europeos incluso se vieron obligados en verano a perseguir las ventas en corto de las acciones de entidades financieras para frenar la especulación.


A pesar de todo, en “Las uvas de la ira”, frente a la catarsis de un sistema fracasado, se yerguen con energía valores humanos como la dignidad de la persona, la lealtad, la solidaridad con el que sufre y el valor de la familia. Creo que a estas alturas nadie negará que las crisis se producen de forma cíclica tras periodos de expansión – la historia así se empeña en demostrarlo – pero cabe la pena preguntarnos si en nuestra sociedad también perduran los mismos principios a los que se aferraron los Joad en su peregrinaje. Como ellos, creo que deberíamos dar la espalda al individualismo, abrir los ojos, mirar a nuestro alrededor, y recuperar esos valores que deberían ser nuestro principal equipaje en el camino hacia la recuperación.

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