Autor: Ivan Doig (EEUU, 1939)
Después de una lectura no del todo estimulante (Las Uvas de la Ira ), buscaba un libro con efecto Coca Cola: que en lugar de provocarme somnolencia y apatía, me entretuviera, me enganchase de forma inocua y dejase un buen sabor de boca. Me alegra poder afirmar que “Una temporada para silbar” ha satisfecho todos estos requisitos.
En un pueblecito del estado de Montana, a principios de siglo XX, la familia Milliron, compuesta por un padre y tres niños huérfanos de madre, contrata a un ama de llaves para poner orden en su casa. Pero no será esta mujer venida de Minnesota la única persona que irrumpirá en sus vidas, pues la afable Rose llega acompañada de un hermano quien, a pesar de unas primeras apariciones intrigantes que a mi entender auguraban terribles desgracias, va ganándose la confianza y el afecto del lector conforme avanza la novela.
Ivan Doig, autor de “Una temporada para silbar”, recurre a la voz de Paul, el mayor de los tres hijos, para narrar en primera persona y con la perspectiva que le ha otorgado el paso del tiempo, esta historia que nos atrapa en un universo de delicadas sutilezas. La audacia del protagonista es vital a la hora de tomar las riendas de esta historia donde la ternura y la carcajada – o al menos la sonrisa cómplice – surgen en dosis equivalentes.
Hay dos aspectos burbujeantes en esta novela Coca Cola que me han gustado especialmente. Primero, sus personajes. Doig da en el clavo cuando plasma a través de los recuerdos de Paul las diversiones, enfados, peleas, diálogos y relaciones de los muchachos preadolescentes con su entorno. Delimita con sutileza la personalidad de estos chavales que oscilan en el delicado filo que separa el final de la infancia del principio de la adolescencia. Pero no sólo ellos, sino el resto de personajes (su padre, el ama de llaves, el maestro, la tía Eunice y un complejo entramado de actores) están perfilados de forma única: no aparecen como una amalgama secundaria, sino que cada uno adquiere relieve y personalidad propia.
El otro aspecto que me ha encandilado ha sido la figura del maestro de la escuela unitaria de Marias Coulee, donde los alumnos de todos los cursos y edades comparten aula. Siempre me han gustado las películas y novelas que tratan el tema de la docencia, y aunque "Una temporada para silbar" va más allá de las paredes de la escuela, he disfrutado cuando el autor abordaba con una sencillez efectista los momentos más rutinarios de la vida escolar, la relación del maestro con los alumnos, la esperanza que deposita en ellos y su particular forma de enseñar. Creo que Ivan Doig consigue también plasmar con acierto la actitud de los muchachos frente al maestro: el temor y la admiración, el respeto y la complicidad.
“Una temporada para silbar” es una novela agradable, visual, colorida y delicada no sólo en el fondo, sino en la forma - bien estructurada y de estilo cuidado - que entretiene y distrae. Una novela capaz de transportarnos a un pueblo lejano de Montana, de subirnos a los lomos de un caballo en medio de los caminos nevados con las Rocosas de fondo y de recordarnos cómo se mira a través de los ojos de la infancia. Por eso, y por el ligero desasosiego que surge de las pequeñas intrigas que siembran la historia, la devorarás en pocos días.
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